Por un hijo, hacemos lo que sea.
Veamos también que un hijo adicto, se convierte en un gran reto para los padres, la familia y la sociedad. Pues nos confronta con lo que estamos haciendo, con lo que hemos hecho y sobre todo con lo que vamos a hacer por ellos.
Necesitamos cuestionarnos más el estilo de vida que estamos llevando a cabo, y reflexionar sobre las actitudes y conductas que tenemos para con nuestros hijos.
¿Qué está sucediendo en nuestros tiempos, como para que existan tantas adicciones?
Ya con preguntarnos y tratar de darnos una respuesta, estamos avanzando.
Pues quizá uno de los graves problemas de nuestros días es que abandonamos y descuidamos la atención que requieren nuestros hijos. Simplemente se la hemos dejado a la escuela y al vaivén de la vida diaria, pero no estamos asumiendo el papel de responsabilidad que nos toca directamente con ellos.
Ciertamente hay muchas preguntas por hacer y también hay una gran diversidad de respuestas. Pero al menos se trata de que cada uno de nosotros, como padres de familia y como hijos, nos preguntemos ¿qué vamos hacer frente al grave problema de nuestra época…las adicciones?
Al menos yo me he respondido que la confianza, el amor y la entrega a los hijos es una manera de prevenir, y en su momento hasta de sanar las adicciones.
Estoy convencido de que la inteligencia afectiva es un recurso indispensable para desarrollar relaciones más cariñosas, tiernas y cercanas.
Que el buen manejo emocional comienza dominando, suavemente y con gran capacidad, las emociones más negativas, como la rabia, la frustración, el enojo y la tentación de gritar, castigar y lastimar a nuestros hijos porque nos han desobedecido o se han portado mal.
En el fondo los adictos sienten un vacío, una sensación de abandono y tristeza, necesitan de algún estimulo especial para sentir la alegría por el buen vivir, requieren de muletas y apoyos externos, para regocijarse con las cosas más simples y sencillas que la vida misma ya tiene gratuitamente.
Así que estemos dispuestos ha hacer lo que sea para rescatar el amor en la relación familiar, en la capacidad de convivir y escuchar a los hijos, sin la abrupta necesidad de corregir, regañar y dar instrucciones.
¿Qué estás dispuesto hacer por tus hijos?