Tumultos
En el México Virreinal hubo revueltas y tumultos en contra de los malos gobiernos.
Llegaron a existir confrontaciones entre el Virrey y el Arzobispo, con francas rupturas. Acabando el pueblo, la plebe o muchedumbre asaltar el Palacio e incendiarlo por ser un gobierno insensible, pedante, corrupto y engreído.
Varios siglos después, hemos dejado atrás nuestro carácter y fortaleza, para exigirles a las autoridades que hagan un buen gobierno.
En nuestra identidad Nacional, que no nace con la independencia -como ya hemos comentado-, sino que se forja durante el Virreinato, se formó una clara determinación por exigir a las autoridades, que antes que nada el pueblo exige su bienestar. No aceptar injusticias, hambrunas o explotación del pueblo era una prerrogativa que tenían la Real Audiencia, los Regidores, Fiscales, Oidores y en fin todas las autoridades que intervenían en el gobierno, incluyendo a los Arzobispos, Obispos, Clero y Religiosos, para que no se atropellaran los derechos de la gente.
Y cuando esto llegó a acontecer, la furia y la ira del pueblo se levantaba con energía para exigir un cambio. Se apedreaba a las malas autoridades y se incendiaban sus palacios y casonas. Se les destituía y obligaba a salir del país.
¿Qué nos sucede actualmente, que hemos dejado que los malos gobiernos y las despiadadas autoridades, sigan campantes gobernando y explotando las arcas del pueblo, y nadie haga justicia?
¿Qué pasividad y conformismo nos abraza, que no tenemos las agallas para exigir justicia y remover de sus cargos, a todos los funcionarios corruptos y enemigos de la democracia?
¿Qué clase de intelectuales, líderes y empresarios tenemos, que permiten toda clase de corrupción y no hacen otra cosa que o participar en ella, o hacerse de la vista gorda?
¿Qué clase de Prelados y Clero tenemos que mantienen una conformista pasividad, ante tantos abusos y pisoteo de la dignidad humana?
En fin, podemos seguirnos preguntando la clase de mexicanos -post-modernos- que somos, que vivimos encandilados por todas las boberías que consumimos y nos olvidamos de hacer progresar el hermoso país que tenemos.
Somos un pueblo que sabe unirse por causas nobles, que sabe luchar y dar la vida por su patria, que no le importa la prisión ni el destierro, cuando lo que se busca es un mejor país. Un México más grande y próspero.
Estas tierras, bien que saben lo que hay, está vivo el corazón de los guerreros que guían nuestras nobles causas, para despertar la furia por la justicia y erradicar a los zánganos explotadores, que también siempre han existido.
El México que luchó y formó carácter durante el Virreinato e hizo tumultos en su momento clamando justicia, también se despertó en la Independencia y trató de consolidarse en la Revolución.
Pero aun esto no parece terminar, los corruptos han seguido en el poder, los bárbaros y egoístas explotadores, mantienen con demagogia y falsas esperanzas las ilusiones de un pueblo, que no logra encontrar a los verdaderos líderes, para levantarse de nuevo y hacer un gran tumulto.